A Connita.
Su sabiduría podía ser, por momentos, difícil de tragar. Su estilo, directo y frecuentemente desapasionado, descubría mis ideas en la tundra donde habitan mis vicios mentales. Yo me sentía como Adso, y a él lo veía como mi William de Baskerville. La invitación era siempre a pensar.
En una ocasión me confesó, de forma discreta, algo que había meditado.
— ¿Te dije por qué no tengo traumas?— parpadeé, mis ojos bailaron por un breve instante. No sabía si me estaba tendiendo una trampa o era una pregunta simple y llana.
— No, ¿por qué?— le respondí pensativo.
— Yo no tuve padres. He llegado a la conclusión de que fue porque no tuve padres.
Tomábamos café (malo, por cierto) mientras el día perdía su intensidad. El y yo sabíamos del café. El y yo sabíamos que ambos éramos padres.
TIO JOE
las frustraciones como padres o como hijos se subsanan con el amor que va creciendo y madurando con los años,,, todo ocupa tiempo y hoy mi dolencia y mi mudez son por melancolia…
mi cariño lleva mucho sabor a mar….
De tus textos éste quisá sea uno de mis favoritos, exquisitamente escrito, una minificción que merece aplaudir.
El contenido es para reflexionar en algo que todos hemos pensado alguna vez. Los padres, contrario a lo que creemos,no estamos para IMPONER nuestro pensamiento a los hijos, se nos dió la misión de ACOMPAÑAR a éstos maestros de vida en su trayectoria por la vida. Te mando un abrazo con la admiración de siempre…
Ross, como todo lo que hay en el muelle, este es el relato de algo que viví. Es una conversación que tuve en GDL con uno de mis mejores amigos. Cuando yo tenía 28 años, mi mejor amigo tenía 70. Este es el recuerdo de una de aquellas charlas. Nunca he escrito ficción. No aun.
Abrazo.